Se puso de moda, dentre un target clasemedia-moralista-new age de una parte de la argentina que no sé bien cuál es, el decir que los argentinos “comemos mucha carne”. Y, digo yo, mire, qué espera? Pasa que es como que a un ponja le den a elegir entre un atún rojo, fresco, de primera calidad, y una falda parrillera (dios la tenga en su santa gloria y no se ofenda por la comparación), congelada embasada al vacío. Y es que la comparación cae de madura porque, al menos en córdoba y su interior (como Villa María, que es el interior del interior igual que cientos de ciudades de la republica) tenemos un pescado pésimo, unos mariscos peores y unos precios escalofriantes. A pesar de su extensa costa, rica en todo bicho de mar, la argentina consume poco pescado y, en general, de una calidad medio fulera: la merluza recuerda a De la Rua, el Salmón rosado es blancuzco y flaquito medio desnutri, los mariscos congelados tienen menos olor a mar que las partes pudendas de la negra loza, y los camarones, tanchiquitos, cuando se descongelan quedan con tamaño microscópico. Entonces, qué quiere que le diga, más vale comprar unos buenos bifes de chorizo, de 400 gramos, por el módico precio de $ 7, 00 cada uno, hacerlos casi vuelta y vuelta, con una ensaladita muy simple de rucula y aceite de ajos confitados, un tremendo totín, que desde los diez pesitos ya tiene algo más que digno para elegir (yo conseguía Altas Cumbres, de bodegas Lagarde, a ese precio, gracias a un trato de caballeros que mi padre tenía con el señor Valfre), y le entra despacito, como hicimos anoche con El Monstruo, Dani, Gise y Romi, charlando de nada en especial, todos hablando al mismo tiempo de cosas distintas, hasta que se termina el bife, el totín y la noche…
sábado, 8 de marzo de 2008
BIFE DE CHORIZO
Se puso de moda, dentre un target clasemedia-moralista-new age de una parte de la argentina que no sé bien cuál es, el decir que los argentinos “comemos mucha carne”. Y, digo yo, mire, qué espera? Pasa que es como que a un ponja le den a elegir entre un atún rojo, fresco, de primera calidad, y una falda parrillera (dios la tenga en su santa gloria y no se ofenda por la comparación), congelada embasada al vacío. Y es que la comparación cae de madura porque, al menos en córdoba y su interior (como Villa María, que es el interior del interior igual que cientos de ciudades de la republica) tenemos un pescado pésimo, unos mariscos peores y unos precios escalofriantes. A pesar de su extensa costa, rica en todo bicho de mar, la argentina consume poco pescado y, en general, de una calidad medio fulera: la merluza recuerda a De la Rua, el Salmón rosado es blancuzco y flaquito medio desnutri, los mariscos congelados tienen menos olor a mar que las partes pudendas de la negra loza, y los camarones, tanchiquitos, cuando se descongelan quedan con tamaño microscópico. Entonces, qué quiere que le diga, más vale comprar unos buenos bifes de chorizo, de 400 gramos, por el módico precio de $ 7, 00 cada uno, hacerlos casi vuelta y vuelta, con una ensaladita muy simple de rucula y aceite de ajos confitados, un tremendo totín, que desde los diez pesitos ya tiene algo más que digno para elegir (yo conseguía Altas Cumbres, de bodegas Lagarde, a ese precio, gracias a un trato de caballeros que mi padre tenía con el señor Valfre), y le entra despacito, como hicimos anoche con El Monstruo, Dani, Gise y Romi, charlando de nada en especial, todos hablando al mismo tiempo de cosas distintas, hasta que se termina el bife, el totín y la noche…
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